El verdadero camino trazado no solo se dibuja en un papel; se plasma en los recuerdos que quedan grabados eternamente en nuestra memoria.
Rodeados de esbeltas figuras que se adornan con velos blancos y tupidas gemas con forma de flora, disfrutamos de un todo absoluto y de una nada venidera.
Todavía nos preguntamos qué se esconde tras su umbría luminosa que conmueve cada respiración que osáramos interpretar. Pero si de una interpretación se tratara todo sería un escenario con fondo artificial o pudiera ser en un lugar aparente. Y esto es real, muy verdadero.
Cada vez que atravesamos las puertas de entrada al Pirineo se nos pone la piel de gallina. Comenzamos a sentir la naturaleza en todo su esplendor y nos ilusionamos con la incertidumbre de qué encontraremos, si los anaranjados del otoño o las blancas capas del gélido invierno, o el verde deslumbrante de la primavera; en el calor del verano sabemos lo que buscaremos.
Repetimos ciertos lugares cada vez que vamos, como nuestro paso por el Portalet desde donde contemplamos el Midi d'Ossau ya sea mostrando su absoluta belleza ya sea ocultando su mirada tras las múltiples nubes que decoran el cielo. Con ello arrastramos la imagen del Embalse de Lanuza con Sallent de Gállego al fondo o cruzar el túnel de Escarrilla, o nuestro tan estimado protagonista el Dolmen de Santa Elena.
Siempre intentamos coincidir con grandes amistades que se han ido forjando con el paso de los años y en esta ocasión (creemos que la primera que no avisamos a nadie) pudimos cuadrar y disfrutar de ellos y con ellos recordando momentos y conversando sobre el devenir.
Con Alfredo, una persona maravillosa, disfrutamos de un tranquilo café en Casa Escolano compartiendo una de nuestras aficiones como es la fotografía y contándonos batallas de nuestro día a día. Con él nos queda pendiente una excursión.
Y con Antonio, una persona increíble, nos ofreció la oportunidad de vivir una experiencia intrépida a la par que memorable y que sin duda sacó al niño que todos llevamos dentro y los peques disfrutaron tanto que todavía hoy recuerdan ese día.
La llamamos "Experiencia raquetas" y que para sorpresa fue acompañada de la construcción de un iglú.
Además hay que añadir a la aventura que el Albergue Quinta Vista Alegre también conocido como el Albergue del Pueyo ha cambiado el personal pero sin duda son personas excelentes. Lo bueno atrae a lo bueno 😄. Y tuvimos el enorme placer de coincidir con un par de familias maravillosas, que desde aquí les mandamos un enorme abrazo. Y un gran agradecimiento a Teresa, una mujer llena de curiosidades y miles de historias que contar, gran luchadora por el cuidado y conservación de la biosfera. A ella y a cada una de las personas nombradas... GRACIAS.
En la puerta del albergue con Marta, la nueva directora 😉 |
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